La familia es el lugar donde el individuo vive sus primeras experiencias. Es donde, en interacción constante con todos los miembros que la integran, se forma como persona. También donde va dotando de significados emocionales la realidad, forjándose un yo interno, esto es, la manera de ver y comprender las cosas. De hecho, la familia puede ser una fuente de reconocimiento, calidez y afecto, pero también fuente de sufrimiento, de dolor y de incomprensión.
Las familias evolucionan a lo largo del tiempo y sus miembros también crecen y cambian. En ese proceso natural puede haber fricciones o crisis, que requieren detenerse y readaptarse, negociando los ajustes necesarios para encarar las nuevas necesidades.
El primer paso consiste en que algún miembro de la familia se ponga en contacto con nosotros para explicar la situación que está causando sufrimiento. En función de lo que se nos plantee, solicitaremos que vengan a una primera visita todos los miembros de la unidad familiar que conviven para poder escuchar la visión y vivencia que cada uno tiene respecto a dicha situación. Posteriormente, para las visitas sucesivas, se planificará la asistencia del individuo o sus familiares de acuerdo con las necesidades detectadas.
Conocer a toda la familia desde el inicio nos permite entender mejor lo que está pasando y permite poner en marcha cambios no sólo en el hijo, o hijos, sino también en los padres.
Si se trata de un problema conyugal, solicitaremos la asistencia de la pareja conjuntamente, con independencia de que se pueda realizar alguna sesión por separado.
Si se trata de un problema de relación con los hijos, convocaremos a padres e hijos sucesivamente, juntos y por separado.
Si se trata de un problema escolar, se convoca inicialmente a los padres y al hijo, para comunicarse después con el centro escolar y colaborar con el mismo.
La experiencia muestra que, cuando se implican en la psicoterapia todos los familiares más significativos, los resultados son mucho más rápidos y los cambios más profundos y duraderos.
Si no tenemos la suerte de contar con la participación de la familia, el trabajo psicoterapéutico se ha de plantear de forma diferente, contando con otros recursos y contemplando siempre la influencia de las relaciones e interacciones del individuo con las personas de las que se rodea habitualmente.
En las sesiones emergen y se inducen emociones que con posterioridad mueven interiormente y se recolocan o se reinterpretan, por lo que es normal que el Psicoterapeuta proponga alguna tarea para que se realice en el hogar entre las sesiones.
Los conflictos familiares pueden estar relacionados con las diferentes etapas de la vida de las personas. Hay dificultades que emergen en los inicios de la convivencia, con la llegada de los primeros hijos, en la adolescencia, cuando aquellos se van del hogar o cuando la pareja encara la jubilación.
Muchas de las consultas que recibimos están relacionadas con el deterioro del ambiente familiar, discrepancias educativas entre los padres, conflictos de pareja o separaciones. También por hijos que abandonan los estudios prematuramente, impulsividad, hiperactividad o conductas problemáticas de los mismos.
La familia siente que se le escapan las cosas y que no puede resolver los conflictos por sí misma.
Dificultades con los hijos por incomprensión, aislamiento o problemas de autoridad y obediencia.
Los padres se plantean que su manera de vivir los problemas les está llevando al deterioro de su relación como pareja.
Se recomienda desde el colegio de los hijos o desde los servicios de salud.
En presencia de síntomas psicopatológicos como ansiedad, depresión, fobias, ira inapropiada, disociaciones, trastornos alimentarios, adicciones, bloqueos emocionales y síntomas o enfermedades psicosomáticas.
Las sesiones tienen una duración aproximada de una hora en el caso de ser individuales y algo más en al caso de parejas o de grupo familiar. Recomendamos que las tres o cuatro primeras visitas tengan una frecuencia semanal para pasar, posteriormente, a quincenales o mensuales.