A partir de los 12-18 meses pueden ponerse de manifiesto los primeros signos de alerta sobre el desarrollo infantil, a los cuales se debe prestar especial atención y consultar a un profesional para así realizar un diagnóstico precoz y una intervención temprana.
Dependiendo de la problemática, la intervención terapéutica se puede realizar directamente con el niño, de modo indirecto a través de los padres, o mediante asesoramiento a los profesionales involucrados en el proceso educativo del niño.
Trastornos de conducta, que se caracterizan por un patrón grave de comportamientos que conllevan la perturbación de la convivencia, la oposición a las normas y límites, y el desafío a la autoridad.
Problemas de impulsividad.
Fracaso escolar y conductas disruptivas.
Trastornos del espectro autista caracterizados por la alteración de la capacidad de comunicación y lenguaje, dificultades en la socialización y aparición de patrones de conducta estereotipados, restringidos y repetitivos.
Trastorno por déficit de atención con o sin hiperactividad (TDAH).
Dificultades en el proceso de adquisición de la lectura y escritura, dislexias, discalculia y en relación con otras competencias matemáticas.
Trastorno específico del lenguaje.
Dificultades relacionadas con técnicas de estudio y planificación del trabajo.
Asesoramiento al centro escolar en caso de adaptación curricular ante necesidades específicas.