Vivir en familia: la riqueza de la diferencia

Con la neuropsiquiatra infantil y psicoterapeuta italiana Mariolina Ceriotti Migliaresi el pasado 7 de febrero de 2020.

Asistimos a las conferencias de la Dra. Ceriotti con mucho interés, no sólo por su amplia experiencia asistencial con niños y por su labor como psicoterapeuta de familias y parejas, sino también porque es la autora, entre otros, de un excelente libro: “Erótica y materna: un viaje al universo femenino” de Editorial Rialb.

En sus conferencias la Dra. Ceriotti remarcó la importancia para la salud mental de los individuos y sus familias, de mantener la presencia de lo femenino y lo masculino como elementos identitarios. También de su influencia en la configuración de las labores educativas como padres y madres: todos necesarios y, al mismo tiempo, complementarios. Habló mucho de la etapa de la pre-adolescencia en la que el joven y la joven, deben poder desarrollar su necesidad de ser diferentes de su padre y de su madre, respectivamente y, al mismo tiempo, de tener un modelo de hombre y de mujer al que admirar.

El distanciamiento de la joven de su madre precisa de la colaboración del padre. La Dra. Ceriotii vino a decir que en la mirada de su padre la joven ha de ver la mujer en la que quiere que se convierta, a modo de permiso, de imagen, de confianza. Y lo mismo le ocurrirá al joven que ve en la mirada de su madre el hombre en el que se ha de convertir.

De su libro “Erótica y materna” nos gustaría resaltar sus palabras:

“Comprobamos que su fuerza (de las mujeres) consiste muchas veces en una inteligente capacidad de adaptación: están tan seguras de sí mismas que se pueden permitir amar al hombre que han elegido por lo que es, aún en su imperfección. Saben estar cercanas a él y valorarlo, saben dar la dimensión justa a sus defectos, y reconocer positivamente su contribución a sus vidas. No tiene esto nada que ver con la feminidad que desafía al varón con sus propias armas, o que intenta dominarlo mediante el sexo. Pero tampoco se parece a esas mujeres que se someten de forma sacrificial o, al contrario, que humillan al hombre criticándolo y corrigiéndolo continuamente como si fuese un niño. La mujer que sabe estar tranquilamente en su lugar respeta al hombre, y le permite expresar con libertad sus aspectos masculinos.

Una mujer así es buena compañera para el hombre, porque es capaz de identificarse con él sin perderse a sí misma. Es una buena madre, porque deja que él sea padre. Es una buena amante, porque es capaz de dar y recibir”.